Reportaje

Antes que padre, Clifford Stoll fue reputado astrofísico y pionero de Internet. Hace unos años se despertó con el chip cambiado y decidió reducir drásticamente su contacto con la alta tecnología. El nacimiento de la pequeña Zoe fue la última vuelta de tuerca: "Ningún ordenador nos va a enseñar ni a mi hija ni a mí lo que es caminar por un bosque cuando llega la primavera. Nada podrá sustituir nunca al mundo de las sensaciones".

Reportaje Zoe tiene ahora cinco años, y el suyo es un caso atípico de esta generación de niñ@s que nacen con un ordenador debajo del brazo. Su padre ha puesto un especial empeño en llenar su vida de experiencias reales. Para ratones, los de campo, que ya tendrá tiempo cuando crezca para practicar el click y el doble click.

Lo que prima es el juego, la imaginación, la colaboración y otras asignaturas no escritas que Zoe absorbe en una escuela alternativa Waldorf, San Francisco, donde la tecnología se queda en la puerta. Que espere.

"No entiendo esta obsesión por imantar a los niños a unas máquinas que estimulan el copiar y pegar", dice Stoll. "Si queremos que lean y escriban ¿por qué les ponemos delante de un invento que es hermano de los videojuegos y primo cercano de la televisión?". Stoll no se define como tecnófobo; en todo caso, hereje de la alta tecnología (como se titula su reciente libro sobre el tema). "Me preocupan muchísimo los efectos que los ordenadores pueden tener sobre la mente de los más pequeños", se explica. "En cierto modo, pertenezco a la vieja escuela, y pienso que el aprendizaje requiere disciplina, responsabilidad y atención. No comulgo con esta sospechosa fusión de educación y entretenimiento".

En La Créme de la Créme, una de las ciberguarderías punteras que tanta pasión despiertan entre los padres norteamericanos, no comparten las teorías de Stoll. Los niños de dos años tienen todos los días 30 minutos de informática frente a un teclado a su medida, adaptado para juegos educacionales. Los de tres y cuatro aprenden a leer y a escribir con la vista en la pantalla. La Créme está en Marietta (Georgia), el estado que ya se adelantó con otra medida pionera en esto de la revolución educativa: suprimida por decreto la media hora de recreo, para que los chavales aprovechen más el tiempo. ¡Ja!

Obcecados por mejorar el rendimiento escolar desde la edad más tierna, los norteamericanos han decidido que la respuesta la tienen los ordenadores. El programa E-rate, auspiciado por Bill Clinton y Al Gore, ha conseguido que Internet llegue ya al 99% de los colegios y al 63% de las clases.

En centros públicos como el Mantua Elementary School, de Virginia, los niños de 12 años tienen un compañero electrónico: un ordenador portátil cedido por la escuela durante todo el curso. Los niños no sabrían ya qué hacer sin su e-mate, que lo mismo les sirve para escribir una redacción, que para bucear en Internet o intercambiar información con los alumnos de otra escuela en Georgia, con la que están trabajando en un proyecto conjunto sobre la vida submarina. Sarah Skerker, profesora aventajada, ha tenido que pasar por un cursillo de adaptación para ponerse a la altura de sus alumnos. "Estamos asistiendo a un cambio de los estereotipos", advierte Sarah. "Los niños toman las riendas del aprendizaje, y los profesores estamos no tanto para enseñar como para orientar. Yo he vivido el tránsito entre la educación convencional y la asistida por ordenador, y es increíble comprobar el cambio de actitud en los chavales. No creo que el ordenador sea la panacea de los males de nuestras escuelas, pero está claro que son muy útiles".

En otra escuela pública, la Nuuanu Elementary, de Honolulú, las hileras de pupitres han dejado paso a las baterías de ordenadores, alineados frente a la pared como en una oficina. Ocasionalmente, el profesor convoca a los alumnos ante una pantalla gigante, conectada a un ordenador, que hace las veces de pizarra.

La escuela tiene incluso una Oficina de Tecnología Educacional y una ciberadministradora, Linda Roberts, convencida de haber marcado un hito no sólo en la reciente historia de Hawai, sino en la del país entero: "Toda América debería aprovechar al máximo la tecnología como nosotros, desde la guardería hasta sexto grado".


EL FUTURO.

Los ordenadores están aquí para quedarse, eso está claro. En el futuro, que comienza hoy mismo, es difícil pensar ya en una profesión en la que uno no tenga que vérselas -para bien o para mal- con una pantalla. Pero ¿cuál es la mejor edad para sentar a un niño frente al ordenador? ¿no conviene esperar a que sepa leer y escribir? He ahí un dilema que enfrenta a las dos escuelas de pedagogos. Unos son partidarios de sentar a los niños en el regazo y enseñarles a manejar el ratón apenas hayan cumplido los tres años, o incluso antes. Otros aconsejan esperar, al menos, hasta los siete años y alertan contra las posibles consecuencias de la precocidad informática: "Iniciar a un niño demasiado pronto en los ordenadores es mucho peor que iniciarle demasiado tarde".

Suscribe Jane Healy, psicóloga experta en la infancia y los medios audiovisuales, autora de un célebre alegato contra la televisión (Mentes en peligro) y de un libro cuyo título lo dice casi todo: Failure to connect (Fallo de conexión). "El tiempo que los niños pasan delante del ordenador a edades tempranas es un tiempo que dejan de emplear en otras tareas vitales para su desarrollo", argumenta Healy. "Y no sólo eso: el ordenador, con su permanente estímulo visual, puede crear malos hábitos de aprendizaje y disminuir la motivación".

"El cerebro inmaduro no necesita que lo programen. En nuestro deseo por acelerar el aprendizaje de los niños con estos fetiches electrónicos nos estamos olvidando de que el aprendizaje es precisamente el motor de su existencia. Y un niño necesita aprender en el mundo real, explorándolo con todos sus sentidos", añade la psicóloga.

Healy aconseja a los padres que no cedan ante los profetas de las nuevas tecnologías ni a las presiones comerciales. "Los ordenadores, tal y como los usamos hoy, no son necesarios, ni siquiera deseables, para la mayoría de los niños menores de siete años", concluye. ¿Por qué los siete años? "Porque hasta esa edad, un ordenador no tiene ninguna utilidad. Porque un niño necesita tiempo para construir su propio cerebro antes que enfrentarse a uno artificial. A partir de ese momento, una vez asimiladas ciertas nociones básicas, el ordenador sí puede tener un uso constructivo y complementario". Las inquietudes de Jane Healy las comparten muchos otros expertos que viven la experiencia desde dentro. Hablamos de científicos como David Gelernter, de la Universidad de Yale: "Estamos en el medio de una catástrofe educativa: en lugar de enseñarles los conocimientos más básicos, les damos una herramienta para que se pierdan en un mar fragmentado de datos y más datos".

Lowell Monke, profesor de Informática, está convencido de que "este constante empeño de inundar los colegios con ordenadores a la larga va a perjudicar más que beneficiar". "Manejar un ordenador es una tarea mecánica y se aprende en poco tiempo. Lo que no se aprende en unas semanas son las Humanidades, las Artes y otros conceptos elementales que se están dejando de lado para hacer sitio a la tecnología", dice Monke.

Ahí tenemos a las fuerzas del marketing, empeñadas en conectarnos a Internet incluso desde la cuna (y llegado el caso, desde el útero). Atrás quedan los primeros juguetes electrónicos al estilo VTech, o de los vídeos para bebés de seis meses con los sugerentes y engañosos títulos de Baby Shakespeare y Baby Einstein. Desde hace cinco años, la guerra se ha desatado en el incipiente mercado del software para mocosos (8.000 millones de pesetas de facturación en 1999, con más de un centenar de títulos en circulación sólo en EEUU). El filón empezó con Barrio Sésamo, después vinieron Reader Rabbit y la versión informatizada de los Teletubbies. Hoy no hay quien haga sombra al osito de peluche que ha convertido Jumpstart en el programa más deseado entre los niños americanos de dos años.

Los web sites enganchan a los pequeños antes de que empiecen a hablar. El de mayor éxito es Mamamedia.com. America Online ha creado un área de contenidos para niños de 2 a 5 años, después de que el 25% de los padres confesara que sus hijos han empezado a darle al ratón con los pañales puestos.


¿ADIOS A LA TV?

Es pronto para decir aquello de el ordenador mató a la televisión, pero lo cierto es que la caja tonta empieza a resentirse. En 1985, los niños americanos de entre dos y once años veían 26 horas semanales de televisión: ahora andan por las 21, con la red robando horas de ocio doméstico. "La red es la antítesis de la televisión, y el impacto que tendrá en esta generación va ser aún superior al que la tele tuvo en su tiempo", vaticina Don Tapscott, autor de Growing Up Digital (Creciendo digital), padrino virtual de todos estos incipientes viajeros del ciberespacio. "Asistimos al nacimiento de auténticos exploradores intelectuales. Los niños que respiran tecnología se mueven en ella como si fuera su medio natural, sin los temores de los adultos", dice Tapscott.

La generación @ (o net generation, según Tapscott) se refugiará cada vez más en la red y en sus derivados por lo que tiene de indescifrable a los ojos de sus viejos y de los profesores, a remolque siempre de los chavales.

Tapscott le ve incontables ventajas y poquísimos peros a la implantación de los ordenadores en las aulas. "El aprendizaje no tiene por qué ser una tortura; también puede ser entretenido. Con el ordenador se recupera esa magia del aprendizaje que la educación formal suele aniquilar. El centro de gravedad se desplaza del profesor a los estudiantes, y la enseñanza es más personalizada".

"El mismo esfuerzo que se hizo para paliar el analfabetismo de la población debería hacerse ahora para que toda la población acceda al alfabetismo informático", insiste Tapscott. "Si no, habrá un bache tecnológico cada vez más grande, y eso se traducirá en mayores diferencias económicas y sociales". Pero Tapscott pasa de puntillas por temas tan espinosos como la violencia en la red, la pornografía, la ciberadicción o la ciberdelincuencia, en la que los niños también juegan con ventaja (reciente aún el caso de Dennis Moran, quien con 17 años saboteó decenas de web y reconoció que se pasaba 16 horas al día en Internet, enganchado desde los tres años).

Llamamiento a los padres: tener siempre un ojo puesto en la vida virtual de los hijos, equiparse con software para bloquear los web indeseables y vigilar su correo electrónico. Douglas Rushkoff, autor de Playing the Future (Jugando al futuro), da un penúltimo consejo: "Si el niño usa el ratón tanto o más que el teclado, significa que el ordenador le está usando a él, y no al contrario".

Aunque toda esta polémica quedaría zanjada con una irrebatible propuesta, la del escritor Tom Wolfe en una conferencia sobre el futuro de la educación: "El Gobierno debería detener inmediatamente la instalación de ordenadores en las escuelas públicas y decretar su sustitución por tableros de ajedrez".

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