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CAE LA TARDE EN MONTES Y DEHESAS. Suspendidos en el cielo, decenas de buitres se aprestan a descender a sus nidales tras deshuesar las piltrafas de un viejo ciervo. Mientras, la cigüeña se atusa su plumaje en lo alto de la encina al ritmo que le marca el reclamo del búho real. Un día más, las interminables llanuras del oeste manchego cumplen el ciclo de la vida.
Se trata del más destacado ejemplo de bosque mediterráneo, donde se concentra la flor y nata de la flora ibérica. Sin embargo, no siempre tuvo su futuro asegurado: en 1982 lo adquirió el Ministerio de Defensa para instalar el mayor polígono de tiro aéreo de Europa. Trece años después fue declarado parque nacional. Nada ha cambiado, pues, en Cabañeros. La vida sigue su ritmo en torno a las despejadas dehesas como el primer día. Un todoterreno cruza las llanuras cercanas al río Estena y pronto el monte quedará en silencio. Quienes viajan a bordo aún tienen tiempo de descubrir un venado de quince puntas silueteado sobre la raña encendida. Muchos, en su afán de calificar lo incalificable, lo llaman el Serengeti español. Pero Cabañeros es mucho más. Símbolo de la protección de la naturaleza y refugio de la fauna más exclusiva, quienes mejor conocen estas tierras salvajes aseguran que aquí está el paraíso.
Por Alfredo Merino
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