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 DIRECTORIO   Viernes 12 de septiembre de 2003, número 312
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Viviendas accesibles; justicia y valor añadido
La integración de los minusválidos en sus casas depende de factores como la grifería o el color de las paredes
LUIS ALEMANY

Ningún contenido ha tenido tanta importancia en el Año europeo de las personas discapacitadas, que ahora entra en su recta final, como el problema de la accesibilidad. No en vano, conseguir que el viario, los edificios públicos y los transportes sean asequibles y eficientes para todos los ciudadanos ya es una preocupación antigua.
Otra cosa es la accesibilidad de las viviendas, un frente que aún está muy verde. Las casas, al fin y al cabo, entran dentro del ámbito de lo privado,«y para los poderes públicos, no sé por qué, existe la teoría de que los problemas que se producen de puertas para adentro no incumben a la acción pública», explica el director del departamento de Accesibilidad de la Fundación ONCE, Jesús Hernández.


Una pena: fomentar las arquitecturas accesibles desde la edificación -y no como una solución improvisada a posteriori- es una costumbre que «implica gastos mínimos y que no sólo satisface a los propios disminuidos», según Hernández; también los usuarios con capacidad de movilidad y de percepción amplia contarían con una garantía de que su casa les seguirá siendo confortable, pase lo que pase, además de contar con un valor añadido para sus pisos.


Para acabar con ese vacío, lo mejor es dejar de hablar de accesibilidad en abstracto y definir los contenidos de las viviendas preparadas para las necesidades -presentes o futuras- de sus usuarios.



  • A ras de suelo.Los pavimentos de las viviendas pueden ayudar a mejorar mucho la habitabilidad de una casa. Los invidentes, por ejemplo, pueden tener una ayuda a la hora de ubicarse si los materiales cambian de unas estancias a otras.


    Para los usuarios de sillas de ruedas, por su parte, es importante contar con suelos que tengan el punto justo de dureza y que no sean incómodos, porque dificultan los deslizamientos, ni peligrosos, porque los benefician demasiado.



  • Información para todos. Para las personas que no tienen plena capacidad visual, puede ser muy beneficioso el empleo de colores planos y fáciles de reconocer. Del mismo modo, la utilización de letreros de gran tamaño, fácilmente legibles y con información táctil en los vestíbulos comunes es muy conveniente. Los avisadores luminosos, por su parte, cumplen una función primordial para las personas con problemas de audición.



  • Comodidad y seguridad. Muchas veces, la grifería es difícil de emplear para personas con deficiencias motrices: las llaves monomando ahorran este problema. Lo mismo ocurre con enchufes, pomos, bañeras, ventanas (demasiado altas) y puertas (demasiado pesadas o con luces muy escasas).


    La seguridad es otra asignatura pendiente. A falta de que el inminente Plan de Accesibilidad 2004-2012 sancione lo contrario, la legislación contra incendios no considera las necesidades específicas de las personas disminuidas.



  • Burocracia. La legislación actual establece que el 3% de las viviendas de protección oficial estén adaptadas. Para acceder a ellas hay que acreditar la incapacidad del solicitante y, además, demostrar que no se es propietario de otra casa. ¿Qué ocurre entonces con los ciudadanos cuya minusvalía ha llegado por un accidente y cuyas antiguas casas no satisfacen sus nuevas necesidades?


 Un premio sensible. La última edición de los Premios Calidad: Arquitectura y Vivienda 2001+2002 de la Comunidad de Madrid galardonó un edificio de viviendas promovido por una cooperativa con muchos partícipes minusválidos. Esta característica hizo que los arquitectos del bloque, Luis Martínez Barreiro, Francisco Oiza y Pedro López Pereda, concibieran un edificio volcado sobre un sistema de rampas y lleno de gadgets destinados a facilitar la integración de sus usuarios. VEA EL GRÁFICO EN FORMATO PDF


 
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