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La milla verde

De la truculencia a la lírica

FRANCISCO MARINERO

Stephen King es el rey indiscutido de la literatura de terror actual pero, curiosamente, las mejores películas sobre originales suyos no son de obras de terror, sino de dramas con componentes fantásticos: "Cuenta conmigo" y "Misery", ambas dirigidas por Rob Reiner, y "Cadena perpetua" y "La milla verde", ambas de Frank Darabont. Estas dos pertenecen a un género tradicional en el cine estadounidense, el melodrama carcelario, pero lo trascienden para constituirse como obras muy originales.

"La milla verde" es el nombre que en una cárcel de Louisiana se le da al pasillo de la muerte, al que dan las celdas de los condenados a la silla eléctrica. En ese espacio transcurre la mayor parte de la acción de una película que se empeña en ser realista y presentar unos personajes verosímiles: se describe cómo, por lógica, los funcionarios (están vistos como profesionales muy competentes) que vigilan la milla verde han establecido una relación muy fuerte entre ellos y una muy especial con los pocos internos bajo su custodia, a los que conocen muy bien, con los que conviven y frente a los que mantienen la distancia porque son peligrosos pero también porque estarán obligados a ser testigos y asistentes en su ejecución.

Ese realismo en la descripción de la vida en la cárcel se extiende a la vida privada del protagonista, Paul Edgecomb (Tom Hanks), el jefe de esos funcionarios, y se hace más minucioso al detenerse en los ensayos, preparativos y consumación de las penas de muerte en la silla eléctrica.

Un anciano Paul Edgecomb recuerda cómo hace más de 60 años llegó a la milla verde John Coffey (Michael Clarke Duncan), un negro condenado por la violación y asesinato de dos niñas, dos hermanas. Coffey es un gigante de apariencia intimidadora, pero sumiso y simple. Otro autor habría aprovechado para hacer un alegato contra la pena de muerte considerándole subnormal y víctima de un juicio injusto en un entorno racista, pero King y Darabont hacen lo contrario, denunciando la pena de muerte con culpables confesos de crímenes abominables y utilizándola como transición a la dimensión mágica y lírica de la historia, la de la liberación espiritual.

Las tres horas de duración de "La milla verde" se justifican por la necesidad de explicar el carácter de todos los personajes (son pocos, pero hasta el último es fundamental en la lógica de la narración y todos están muy bien interpretados, destacando Hanks y David Morse) y de hacer verosímil el que todos, uno tras otro, lleguen a creer que Coffey posee un don extraordinario. Y esa creencia sólo puede adquirirse progresivamente y el espectador sólo puede admitirla si se va dando en pequeñas dosis y creando con la atención al detalle un ambiente cercano a la irrealidad.

Recurrir a la cámara lenta y situar la historia en el pasado son los primeros pasos para considerarla un cuento (se trata de una evocación que podría comenzar con "érase una vez"), y crear un decorado especial es el paso decisivo (el diseñador de producción Terence Marsh ha hecho una milla verde que tiene aire de templo religioso y de manicomio, sin dejar de parecer una auténtica cárcel).

A diferencia de "Cadena perpetua", "La milla verde" no se reserva la sorpresa de la intriga para el desenlace sino que la va espaciando y dejando para el final la sorpresa mágica. Una brillante idea de King y un sólido trabajo de Darabont.

Ficha técnica
Director: Frank Darabont
Intérpretes:
Tom Hanks, David Morse, Michael Clarke Duncan, James Cromwell
Año: 1999
Duración:
177 min.
Candidaturas: 4
Mejor película, mejor actor de reparto (M. Clarke Duncan), mejor guión adaptado y mejor sonido

 
Un especial de EL MUNDO