por Marta Arroyo Ni su lugar de nacimiento,
la pequeña aldea polaca de Wadovice en 1920; ni su origen humilde, hijo
de un soldado profesional del Ejército polaco, hacían presagiar
que Karol Józef Wojtyla se convertiría en uno de los Papas más
influyentes del siglo XX. Nunca antes un pontífice llegó tan
lejos para estar tan cerca de los fieles. Pero el camino no fue fácil.
A los nueve años, el pequeño 'Lolek' perdió a su madre
y a los 13, a su hermano mayor. Concluido el bachillerato, se trasladó
con su familia a Cracovia y allí inició sus estudios de Filosofía,
interrumpidos por la invasión nazi de Polonia. Fichado por la Gestapo,
buscó refugio en una buhardilla. De día, trabajó en unas
canteras y en una empresa química. De noche, estudiaba. Fue entonces
cuando conoció al actor Mieczyslaw Koltarszyk, creador del teatro Rapsódico,
y se unió al grupo interpretando papeles con gran acento patriótico.
Sensible al sufrimiento de sus compatriotas, Wojtyla participó en la resistencia
contra Alemania y salvó familias judías, lo que le obligó
a ocultarse en los subterráneos de la ciudad. Al cumplir 22 años
sintió la vocación sacerdotal, ingresó en el seminario
clandestino de monseñor Sapieha, arzobispo de Cracovia y cuatro años
después fue ordenado sacerdote. Su ascenso en la jerarquía eclesiástica
fue imparable. Nombrado obispo de Ombi por Pío XII, participó en
el Concilio Vaticano II en 1962. Ese mismo año fue designado arzobispo
de Cracovia y en 1967 se convirtió en el segundo cardenal más joven
de la Iglesia Católica. La repentina muerte de Juan Pablo I le sirvió
de trampolín al solio pontificio. Su elección provocó una
gran sorpresa, al tratarse de un Papa procedente del otro lado del 'telón
de acero', el primero no italiano en cuatro siglos y el más
joven del siglo XX, con sólo 58 años. La renovación de
la Iglesia y la defensa de la familia fueron dos de las grandes preocupaciones
de un Pontífice siempre cercano a los jóvenes. Contrario a los anticonceptivos,
al divorcio, al aborto y a la ordenación sacerdotal femenina, se le tachó
de tradicionalista a ultranza. Firme opositor a la Teología de la Liberación,
sus detractores le acusan también de excesivo conservadurismo en lo relativo
a la ética y a la ortodoxia eclesiástica. Un
'político' conciliador El atentado cometido por el turco Ali Agca
en 1981 frenó la incesante actividad de un Papa que, en su afán
de tender puentes a todos, comulgaran o no con sus ideas, llegó
a entrevistarse con el ex presidente de la Unión Soviética, Mijail
Gorbachov; el emperador de Japón, Akihito; el presidente cubano,
Fidel Castro; el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir
Arafat, y la Reina Isabel II de Inglaterra, entre otros. Capítulo
aparte merece su decisiva contribución a la caída del comunismo,
un modelo político que conocía muy bien y al que consideraba injusto
porque alienaba a las personas. Su apoyo al sindicato polaco Solidaridad permitiría
la llegada de éste al gobierno, expulsando a los comunistas del poder y
provocando un efecto dominó imparable que arrastró a Hungría
y después a Alemania Oriental, provocando, en 1989, la caída
del Muro de Berlín. De sus reformas destaca la innovación
de los procesos de beatificación, que han dado más de 1.300 nuevos
beatos y cerca de 1.500 santos a la Iglesia, la mitad de los de su historia. Catorce
encíclicas, constituciones, cartas apostólicas y los nuevos Códigos
del Derecho Canónico y Oriental recogen el legado de un Papa. Juan Pablo
II será recordado como el 'Papa viajero', por haber recorrido 1,25
millones de kilómetros en 104 viajes a 129 países, y por ser el
primero en hablar en una asamblea islámica y en pisar una mezquita, una
iglesia luterana y una sinagoga judía. Empeñado en buscar
la unidad entre culturas y religiones, Juan Pablo II entonó el 'mea
culpa' por los pecados cometidos por los cristianos, especialmente contra ortodoxos
y judíos, y se pronunció sobre temas tan controvertidos como la
reunificación de Alemania, la Guerra de Irak, el uso del preservativo
contra el sida o los matrimonios homosexuales. Peregrino incansable, fue
consecuente con sus ideas hasta el límite de sus fuerzas. |