Mario Conde y Bernard Tapie

Mario Conde y Bernard Tapie

Ambos vivieron su duradero esplendor en una época prosaicamente prodigiosa, en malos tiempos para la lírica pero muy adecuados para la especulación, para los trepas que gracias a su inteligencia, su osadía, su intuición, su pragmatismo, su capacidad para el riesgo y el brillante simulacro, su desvergüenza genética y su certidumbre de que todo era comprable, encontraron su anhelado lugar bajo el Sol. Supongo que la vieja oligarquía alimentó diversos sentimientos hacia los advenedizos monarcas del poder, del valor supremo de la información, de la fama, del dinero: desprecio inicial, estupor, temor, odio, venganza. Para la mayoría del patético pueblo llano supusieron el cegador modelo a envidiar y a seguir, la encarnación de hombres nacidos en la clase media que logran adueñarse del aparentemente inexpugnable Olimpo. Además, eran guapos, elocuentes, arrogantes, ostentosamente demócratas, aparentemente mimados por el triunfante y degradado socialismo.

Bernard Tapie no se conformó con lograr una fortuna y alardear de ella, ni con ser el dueño del primer equipo de fútbol que otorgaba con grandeur la soñada Copa de Europa a Francia. Su exhibicionismo también necesitaba no ya controlar las ambiguas estructuras de la política sino que su viril cabeza fuera coronada con un ministerio. A Mario Conde le bastaba con manejar desde la sombra o desde el claroscuro a esas poderosas marionetas que abusaban tanto del disfraz de la ética, el progreso, la justicia social, el bien común y demás convenientes y prestigiosas falacias. Acumulaba con sonrisa prepotente, seriedad forzada y cinismo satisfecho los honores públicos, homenajes, doctorados y tributos académicos que le concedían los políticos, los financieros y las universidades, pero su satisfecho ego no necesitaba ningún ministerio. Su estrategia era más ambiciosa. Si se lanzaba a ese peligroso ruedo, únicamente lo haría en el papel de rey.

¿Era previsible el derrumbe de estos fulgurantes trepas, la revancha de los encajadores que saben que llegará el estratégico momento de demoler a los fascinantes tigres de papel? Supongo que sí. Mario Conde y Bernard Tapie han pasado breves estancias en cárceles presumiblemente doradas que sirvieran para tranquilizar a la escandalizada alarma social ante sus comprobados desmanes. No sé si están definitivamente hundidos o si morirán matando. No puedo sentir piedad.


Entrevista

Camino al banquillo



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