Lourdes

Lourdes


El espectáculo lo crea la expectación. El milagro lo crean quienes lo buscan. Un firmamento caído en Lourdes. Un firmamento de candelas que propician la bajada de una diosa, el ademán de la Virgen.

Los dioses gustan de la ritualidad y el espectáculo, de la nocturnidad y la piedad. Los dioses acostumbran vestirse de tiniebla para ocultar que no existen. Lourdes es ya mucho más que un milagro. Lourdes es un hecho social, mundial, multitudinal, y ese corrimiento de tierras, ese tornado humano y dulce, rezador y lentísimo, es el verdadero milagro. Lourdes es la resurrección de la carne y allí podemos encontrarnos a todos los que dábamos por muertos: tullidos, momias, ensabanados, curados, gentes con el alma escayolada, ancianas con el cuerpo oliendo a rosas.

En el siglo de Aldrin y la Luna de la NASA, en el siglo de la matemática y la razón racionalizada, en medio del Gran Orden de los ordenadores, Lourdes es un milagro de irracionalismo. La vieja tribu de la humanidad, que corrió y cubrió el mundo, vuelve a sus orígenes de noche y gruta. El viento del milagro sopla en las candelas.

Fotografía de Ángel Bocalandro



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