HOY ESCRIBE: CARMEN RICO-GODOY

Turismo alienante

Se acerca la temporada alta turística y España se nos va a llenar de guiris y por supuesto hay que decir que afortunadamente. Sin embargo, este turismo masivo y barato que nos invade, manejado por los tour operators y las compañías charter produce grima y pesar.

Por un puñadito de marcos, coronas o libras, con los que apenas pueden comprar en sus países una pescadilla o una botella de güisqui, cientos de miles de extranjeros se precipitan sobre nuestro país en grupos compactos que son conducidos en aviones y autobuses y depositados en centros y hoteles apropiados, erigidos sin medida y sin consideración por toda la costa sur y levantina y archipiélagos Balear y Canario.

De la misma manera que los españoles se precipitan al Caribe para hacer turismo "sexual", sin interesarles en absoluto dónde estén ni lo que tienen alrededor, los nórdicos acuden a España a hacer turismo "solar y alcohólico". Durante las horas de sol, a la playa, de noche a emborracharse por tres duros y después a urgencias a curar las quemaduras y las borracheras.

Los días que no hay sol -porque esas cosas pasan, a pesar de los juramentos por escrito de los tour operators- meten a los grupos en autobuses y les llevan a visitar algún monumento local, teniendo muchísimo cuidado que ningún componente del grupo se despiste y se le ocurra comprar un recuerdo o entretenerse en mirar la artesanía local.


"Vuelven a su pueblo natal y dicen que han estado en España y podían haber estado en Marte. Este turismo barato y maloliente no enriquece el país. Enriquece a los especuladores, a los tour operators..."


Porque todo está pensado y repensado. El poco dinero que traen estos turistas que vienen en masa, está previsto que se lo dejen en el lugar donde están alojados, hoteles -si pueden llamarse así- inventados exclusivamente para los grupos. Estos complejos hoteleros, que han destrozado las mejores costas e islas españolas, están estratégicamente localizados fuera de las áreas pobladas, aislados totalmente. A cada borrego que llega se le obliga a comprar vales con los que podrán después adquirir de todo, desde bebidas, cigarrillos o productos de alimentación o cosmética, en los mini-supermercados que contienen estos complejos hoteleros. También disponen de piscinas, saunas, discotecas, pistas de tenis y pádel, peluquerías, restaurantes, máquinas tragaperras, guarderías para niños y todo lo apropiado para deportes en el agua. Todo se paga con los vales y la casi totalidad de los que allí pasan sus diez o quince días no salen del complejo turístico ni para mear, ni se dejan un puto duro fuera del campo de concentración. Vuelven a su pueblo natal y dicen que han estado en España y podían haber estado en Marte, porque España ni la han olido. Este tipo de turismo ha producido una especulación miserable que ha acabado con la belleza de gran parte de Mallorca e Ibiza, Gran Canaria y Tenerife, y toda la costa mediterránea. Está empezando a hacer mella en Lanzarote y Fuerteventura y faltan dos vuelos charter para que sucumba ante la barbarie turística la costa de Marbella, que aún resiste milagrosamente.

Este turismo barato y maloliente no enriquece el país. Enriquece a los especuladores, a los tour operators, extranjeros en su mayoría, y crea un empleo estacional, barato y de ínfima calidad. Es alienante y contaminante. El turismo debe ser otra cosa.



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