La delicada situación que atravesaba la política internacional en las
vísperas de la gran guerra tuvo su reflejo en este mundial. El torneo
fue quizá la última oportunidad diplomática para demostrar que el enfrentamiento
entre las naciones podía evitarse. Pero la gran repercusión y el enorme
éxito deportivo del torneo no sirvió para cambiar el rumbo de los acontecimientos
que marcaron terriblemente la Historia sólo un año después.
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Colaussi anota el tercer tanto en la final ante
Hungría. |
En este tercer Mundial
hubo ausencias muy destacadas, como la de España, donde se estaba
librando la Guerra Civil. Tampoco estuvo Austria, que aunque se había
clasificado, la anexión alemana del país forzó su retirada del campeonato.
Por su parte, algunos países sudamericanos boicotearon el Mundial porque
este volvía a tener lugar en Europa.
El Mundial se había consolidado como un gran acontecimiento
deportivo de primer orden, y Francia aprovechó que se celebraba en su
territorio para acometer grandes remodelaciones en los estadios de Colombes
(París), Burdeos y Marsella. Además, por primera vez el país anfitrión
y el campeón vigente conseguían la clasificación de forma automática,
tradición que se sigue manteniendo en la actualidad.
Este Mundial pasará a la historia por haber ofrecido
el magnífico juego de selecciones como Brasil y su estrella Leonidas.
Fueron partidos en los que se marcaron muchos goles, algo difícil de ver
hoy en día. La final, que enfrentó a Italia y Hungría, se salvó con la
victoria de los italianos por 4-2, que conquistaban el título por segunda
vez y entraban en la leyenda del fútbol. Por primera vez desde que se
creó el mundial, el equipo anfitrión no consiguió ganar.
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