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El Brasil de Ipanema,
del penta y la samba contrasta con el de la miseria y
las favelas. |
Para los más jóvenes,
las presidenciales en Brasil pueden definirse como un
proceso electoral que consiste en que Lula actúa como
paisaje de fondo y candidato de una campaña electoral
en la que siempre vence otro. Pero,
a juzgar por las encuestas, 'los otros' tienen en esta ocasión,
más posibilidades de romper
el maleficio y quedar ellos como
espectros, mientras el político 'trabalhista' se materializa
por primera vez en cargo público el 6 de octubre, casualmente
el día de su cumpleaños.
Por el momento, los cuatro presidenciables andan empatados
en su esfuerzo por glosar las maravillas,
al menos potenciales, de Brasil. Aparece en las listas del
segundo mundo, pero los brasileños son muy conscientes
de que pertenecen a un país
gigantesco (17 veces España), con
una población enorme (170 millones) y
recursos ingentes. Complejos, pocos. Ejemplo de ello
son las jornadas que hace unos días, en plena vorágine
de campaña, repasaban los avances del llamado gobierno
electrónico, que ha reportado a Brasil el reconocimento
internacional: al proceso electoral
con urna electrónica -la joya de la corona-,
se añade el pago de impuestos
por Internet, el acercamiento
de las instituciones a los ciudadanos con las nuevas tecnologías...
El revés lo apuntaba 'La Folha de São Paulo':
el mismo día de clausura de las jornadas, Leonardo
Fernandes da Rocha, un niño
de 11 años, ganaba por méritos escolares un
ordenador con el que el Ministerio de Educación
quería incorporarlo a ese Brasil
moderno. El ordenador, sin embargo, es inútil:
a la casa de Leonardo no llega
la energía eléctrica. «Brasil es
-apuntaba el diario- también en ese área campeón
de las desigualdades». El
Brasil de Ipanema, del penta y la samba en el pie duerme junto
al de la favela dominada por la droga, el campesino sin tierra
y los desequilibrios sociales vertiginosos.
De momento, andan los candidatos batiéndose en televisión
por ver quién puede acortar mejor esas desigualdades.
Los espacios electorales gratuitos acogen a Ciro, Serra y
Garotinho disputándose el hueco en la segunda vuelta
al calor de Lula. Más allá de los previsibles
ataques personales o de las promesas ajustadas al calibre
del país -los puestos de
trabajo que se ofrecen no son 800.000, son 8 millones-,
lo más fascinante de la campaña es, sin duda,
la estrategia del nuevo 'Lula paz y amor'. Electores
y candidatos contemplan asombrados cómo el líder
del PT, antaño azote de capitalistas y látigo
de globalizadores, abandona sus referentes tradicionales y
muestra su perfil más fotogénico
con los prebostes de la Bolsa o con los militares que acostumbraba
a esquivar.
En ese proceso conocido ya como «la deconstrucción»
de Lula, hay un candidato
para cada público. Este Jano multiplicado muestra,
dicen sus oponentes, una cara para
el Fondo Monetario Internacional, otra para el Movimiento
de los Sin Tierra, para los militares, los emprearios, sindicatos...
Tal vez a la cuarta, el proceso de sustitución
de la figura del ogro Lula por el de 'Lula paz y amor'
funcione. ¿Se atreverán
los brasileños a votar al Lula redentor o una vez más
opinarán que su reino no es de este mundo?
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