EL MERCADO TIEMBLA

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URNAS ELECTRÓNICAS
EL MERCADO TIEMBLA
BRASIL, EN CIFRAS
EFECTO GUARANÁ
QUE COISA MAIS LINDA

Los inversores internacionales miran con recelo el triunfo del Partido de los Trabajadores, temerosos de que la izquierda ponga al país en el camino del incumplimiento de pagos.

En ese escenario, el real brasileño sigue hundido en mínimos históricos, después de que el crédito otorgado por el FMI le insuflara vida por algunas jornadas. En lo que va de año, la moneda se ha dejado el 33% de su valor, agravando un endeudamiento que supera los 260.000 millones de dólares y comprometiendo seriamente el potencial de crecimiento de un país donde el 34% de la población vive con menos de 30 dólares al mes.

MIEDO EN EL MERCADO

Lula siempre ha criticado el método de endeudamiento del Ejecutivo de Fernando Cardoso. De hecho, en los primeros meses de campaña prometió que, si salía electo, daría un giro completo a la política económica de la actual Administración.

Cuando a mediados de abril las encuestas empezaron a darle como ganador de los comicios de octubre, la crisis se precipitó en Brasil. Muchos inversores comenzaron a hacer las maletas o, como poco, a replantearse sus proyectos de expansión, por miedo a que, una vez en la Presidencia, el nuevo Gobierno declarara al país en bancarrota -lo mismo que a finales de 2001 había hecho Argentina-.

Para las empresas extranjeras que operan en la región el impacto de la volatilidad en América Latina sobre sus cuentas ha sido tan fuerte que nadie quiere pensar en repetir otro capítulo del culebrón argentino. Sólo para tener una idea, SCH mermó sus beneficios un 9,2% y Repsol YPF se ha tenido que dotar de una provisión superior a los 1.500 millones de dólares.

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EL REAL EN CAÍDA LIBRE

Pese a los esfuerzos del Banco Central de Brasil, que en julio puso en venta 1.500 millones de dólares en un intento desesperado por apuntalar el real, sólo ese mes la divisa se depreció un 19%, llegando a su nivel mínimo el 31 de julio, cuando la cotización quedó en las 3,47 unidades por dólar.

A la desconfianza del mercado por el contexto político nacional se sumó la caída de los flujos de intercambio hacia la vecina Argentina, su mayor socio comercial en la región, que en el primer semestre del año registró un descenso del 6%.

Las empresas brasileñas se enfrentan , así, a la peor contracción del crédito externo y, sólo para tener una referencia, la dependencia de los exportadores respecto del capital internacional está cifrada en 30.000 millones de dólares anuales. Entre abril y julio, las líneas de financiación para la exportación se redujeron desde los 10.800 millones de dólares hasta los 5.700 millones, porque simplemente la banca internacional no está dispuesta a seguir corriendo más riesgos en la región.

Con Lula a un paso de ganar las elecciones en primera vuelta, el 19 de septiembre de 2002, el real volvió a la devastadora cota del 31 de julio, dejándose en una semana el 8.4% de su valor.

¿Permanecer o no permanecer? ése es el dilema de los inversores. Permanecer supone mostrar el mismo pragmatismo de la comunidad financiera internacional, que ha confiado en Lula después de que éste se comprometiera a respetar los acuerdos suscritos por Brasil con el FMI. El Directorio ha vuelto a reeditar su fe en Brasil, manifestando que el plan de rescate tendrá éxito, sea quien sea el nuevo inquilino en Brasilia.

No permanecer, en cambio, haciendo caso de su intuición, significaría abandonar a su suerte a la primera economía latinoamericana y condenarla a la ruina. El efecto dominó podría lastrar al subcontinente.

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ENDEUDAMIENTO EXTERNO

El primer efecto de la devaluación del real, o al menos el más problemático para las autoridades, se ha dejado sentir sobre la deuda del país, que en el primer semestre de 2002 llegaba a 260.000 millones de dólares. De ellos, 75.000 millones se deben a la banca internacional.

Una tercera parte de la deuda externa pública está suscrita en dólares y depende, por tanto, de la cotización del billete verde. De esta forma, al depreciarse el real, aumenta la proporción del endeudamiento respecto al PIB, y de hecho, en el último año, la proporción ha variado del 52,2% al 60%.

Con el fantasma del incumplimiento de pagos flotando en el ambiente, y más aún con el precedente de Argentina, la Casa Blanca y el FMI optaron por respaldar a Brasil y abrirle una línea de crédito de 30.000 millones de dólares para los próximos 15 meses.

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LA ESTRATEGIA DEL FMI

Antes de fin de año, Brasilia podrá disponer de 6.000 millones de dólares y de otros 24.000 millones en 2003. Pero, ¿cuál es el precio que ha tenido que pagar por ese balón de oxígeno?

El FMI fue muy claro con el Ejecutivo de Cardoso y condicionó la entrega de ayuda económica a un pacto preelectoral que garantizara que Brasil mantendría sus compromisos financieros más allá del cambio de Gobierno.

Aunque Lula dijo en esos días que su país no podía aceptar que el Fondo le tirara de las orejas como si fuera "una republiqueta", finalmente terminó por ceder, reconociendo que se trataba de "una medicina amarga".

La otra condición era el cumplimiento de un objetivo de superávit público del 3,75% del PIB durante este año y los dos siguientes, lo que implicaba una política fiscal contractiva en un país que entre otros problemas estructurales se enfrenta a una escasa inversión en infraestructuras; una fuerte presión tributaria a la exportación; y un escaso apoyo financiero y técnico a la pequeña y mediana empresa.

La pregunta que muchos se hacen ahora es cuándo recuperará Brasil las tasas de crecimiento de principios de los 90 -en el entorno del 6%-, teniendo en cuenta que en 2001 el PIB aumentó un 1,5%. Con el compromiso de mantener el rigor fiscal, ahora el crecimiento económico estará en manos de la inversión extranjera, que no termina de aceptar un eventual Gobierno de Lula.

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