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YO,
PECADOR |
¿De verdad el espíritu
navideño anida en ti? ¡Ja!
Ni Jesús nació el 25 de diciembre ni
los reyes, que no se sabe si fueron
tres, eran magos. Pero cualquier
excusa es buena para juntarnos alrededor
de una opípara cena -adosada, por tradición,
a otra suculenta comida el día después-,
mientras las asociaciones humanitarias
denuncian que 800 millones de personas
pasan
hambre en el planeta.
- La fiesta consumista
Seamos sinceros. La Navidad, una
de las celebraciones más importantes
del cristianismo, se ha convertido
en cualquier cosa menos en una
fiesta religiosa: sólo el 14%
de los españoles cree en su espíritu
religioso, mientras que para el
60% se trata de algo muy familiar
y el 19% reconoce su carácter comercial,
según el barómetro del CIS de enero
de 2001 sobre la Navidad.
La mayoría de los encuestados reconoce
que en esta época hace gastos extraordinarios
en comidas (74%) y en regalos (75%)
-seguramente la estrategia de adelantar
cada año la campaña navideña pretenda,
no sólo que los que gastan gasten
más, sino también captar a ese veintitantos
por ciento que no ha sucumbido al
consumismo
impuesto por decreto social-.
- Tiempo de hipocresía
La hipocresía navideña no consiste
sólo en institucionalizar
un paréntesis de aparente bondad
y buenos sentimientos y 'soportar'
las tradicionales reuniones familiares
que evidencian más que nunca las
ausencias. Lo peor de todo es que
en Navidad somos más fariseos
que nunca. El 20% de la población
del planeta disfruta del 80% de
la riqueza mundial, y aun así soñamos
con que la lotería nos haga millonarios
-siempre nos queda el recurso
a la caridad y la solidaridad para
acallar nuestra conciencia-.
La excusa de mantener la ilusión
de los niños -seguramente el fin
más loable de la celebración- nos
convierte en consumistas voraces
e irracionales. Hasta podemos
sentirnos culpables si decidimos
rebelarnos y no entrar en el juego,
no vaya a ser que rompamos una tradición
milenaria... Al fin y al cabo, a
nadie le amarga un dulce. Y menos
por Navidad.
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