Aquellos años de...


Aquellos años de...

DEBO DE TENER UNOS SIETE años y ahí estoy, mirando a la cámara, con el pelo recogido, en la boda de la chica que me cuidaba cuando era pequeñita. Dicen que era muy graciosa y simpática, con mucho genio eso sí, y siempre haciendo 25.000 cosas al tiempo, algo que siempre me ha caracterizado. Me encantaban los animales, no hacía más que recoger perros en la calle y llevarlos a casa, con el consiguiente enfado de mi madre que inmediatamente me obligaba a llevarlos a la Sociedad Protectora de Animales con grandes escenas de dolor. De hecho, el primer perro que tuve a los cuatro años fue un caniche paralítico que sacamos de la protectora. Ahora también tengo perro y, es más, casi desconfío de la gente a la que no le gustan los animales. Otro gusto que conservo desde niña son las gominolas, en realidad son mi único vicio después de haber dejado de fumar. Antes era una fumadora atípica. Si estaba en casa y me quedaba sin tabaco no bajaba a comprar. Sin embargo, cuando estoy escribiendo un libro o un reportaje largo, no me falta una bolsa de gominolas. ¡Soy adicta! (risas). Una vez, siendo muy niña, bajé a la panadería que había cerca de mi casa con 20 duros (que daban para muchas gominolas) con mi mejor amiga, que vivía en el piso de abajo en el que yo me iba a quedar después porque no había nadie en mi casa. Cuando volví llamé a mi puerta pero nadie me abrió ,claro. Ya desesperada empecé a darle patadas a la puerta con tal fuerza que acabé por abrirla. Al ver lo que había pasado, me marché y nunca confesé que había sido yo (hasta hoy).

Por Ana Ramírez



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