Los
partos prematuros son aquellos que tienen lugar antes de
la semana 36 de gestación, lo normal son 40 semanas.
La mujer puede comenzar a sentir contracciones
regulares y efectivas que pueden provocar modificaciones en el cuello
uterino. Sin embargo, no siempre estas contracciones llevan al parto;
en ocasiones, si la dilatación del cuello del útero
no está muy avanzada pueden emplearse tocolíticos
para inhibirlas y prolongar la gestación unas semanas
más favoreciendo así el desarrollo final de algunos
de los órganos del feto. En estos casos suele ser frecuente
también la recomendación de reposo en cama.
La semana en que se producen los partos prematuros
condiciona su gravedad porque el número de semanas de gestación
determina el grado de desarrollo del feto. En los
últimos días es cuando se finaliza la madurez de órganos
tan importantes como los pulmones, que si no están plenamente
formados al nacer pueden provocar distrés y hemorragias respiratorias,
hemorragias cerebrales y otras complicaciones. Por todo ello, los
expertos insisten tanto en la importancia de los cuidados de la
madre durante el embarazo, porque, en algunos casos, pequeñas
medidas de atención en esos nueve meses pueden prevenir
y evitar los partos prematuros.
No es extraño que los bebés prematuros permanezcan
unos días, o incluso algunos meses en la incubadora hasta
completar del todo su desarrollo como una forma de mantenerles a
la temperatura adecuada, ya que su cuerpo pierde calor rápidamente.
La estadística indica que este tipo de partos oscila entre
el 10 y el 30% de todos los nacimientos en un país –en
función de su desarrollo y grado de riqueza, fundamentalmente–.
En España alrededor del 8% de los nacimientos tiene
lugar prematuramente.
Para que el bebé pueda respirar por sí solo, los
sacos de aire de los pulmones (los alveolos) deben de ser capaces
de llenarse de aire en el momento de nacer y permanecer abiertos.
Pero los niños prematuros no pueden producir suficiente surfactante
–la sustancia que facilita este 'trabajo'– y sus
pulmones no permanecen lo suficientemente abiertos. Además,
su escaso desarrollo impide a muchos de ellos succionar y chupar,
lo que obliga a alimentarles por vía intravenosa; el pequeño
tamaño de su estómago tampoco les permite absorber
mucha cantidad de alimento y pueden llegar a vomitar. Lo que la
investigación sí ha demostrado es que muchos de estos
problemas se perpetúan
en la infancia e incluso en la edad adulta. En general, los niños
prematuros suelen presentar algún retraso en su desarrollo
neurológico y cognitivo, aunque estudios recientes
han demostrado que éste puede desaparecer con el tiempo,
llegando incluso a alcanzar los niveles cognitivos del resto de
niños.
Aunque la rotura prematura de membranas complica el desarrollo
de entre un 5 ó 10% de los embarazos y es responsable de
la tercera parte de los partos prematuros, la mayor parte de las
causas no están claras. Una alimentación
deficiente, malos cuidados prenatales, el alcohol, el tabaco o alguna
infección no tratada durante el embarazo parecen apuntar
alguna relación con un adelanto del alumbramiento. Factores
que parecen explicar por qué, entre las mujeres de rentas
más bajas y en los países con menos medios, esta cifra
es mayor que en otros entornos. Otros de los problemas que pueden
desencadenar el parto antes del final de la gestación son
la preeclampsia,
un trastorno caracterizado por el aumento de la tensión arterial,
el desprendimiento de la placenta de la pared uterina, un exceso
de líquido amniótico, las deformidades
uterinas, los fibromas o la rotura del saco amniótico.
Además, las madres demasiado jóvenes o mayores
de 40 años, con una historia previa de partos prematuros
o abortos y los partos múltiples tienen muchas posibilidades
de no llegar a la semana 40 de embarazo.
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