Almodóvar apuesta por Liberto Rabal
Liberto Rabal


Lo miras y se parece. Lo vuelves a mirar y no se parece. Pero un aire sí que tiene. Más que un aire, quizás un viento. Es expansivo, simpático, un poco descarnado, y en sus veinte años -que veinte años no es nada, pero por algo se empieza- una cree ver la juventud del galán que fue su abuelo, aquella mandíbula subrayada, los ojos picajosos y penetrantes, la sonrisa indómita y una guapura muy meridional, de las que siempre se llevan.

Literaturas aparte, lo que procede decir aquí es que Liberto Rabal viene de Paco Rabal. Para ser más exactos, uno es el nieto y otro el abuelo. Los genes a veces van dando saltitos por las generaciones, y la casualidad ha querido que Paco se mirara hoy en este nieto que ha salido calcado a él y en cuyas andanzas están puestos los ojos del cine español.

Llega Liberto a la cita aquejado de gastritis y pide unas tostadas con aceite de oliva que rápidamente me da a probar. Manjar de dioses, comenta él. Manjar de dioses, asiento yo. La gastritis le vino por querer pasarse de listo. Pensó Liberto que si los animales comían una vez al día él también podría hacer lo mismo. Ahora reparte su dosis en seis comidas diarias, siempre con alimentos controlados, faltaría más, pues a las prescripciones facultativas se han unido las prescripciones de Pedro Almodóvar, su nuevo director, que le ha exigido bajar cuatro kilos para rodar la segunda parte de Carne trémula, su última película.

El caso es que Liberto no se queja. Al contrario. Está como chutado de alegría y sería capaz de tirarse tres horas hablando de cine sin parar, de Almodóvar y García Sánchez, de García Sánchez y Almodóvar, de Javier Bardem, de Victoria Abril y de todo bicho viviente que haga el paseíllo delante de una cámara.

La emoción es nueva, pero el cine es viejo en su fresca biografía. Él mismo recuerda que no levantaba un palmo del suelo cuando participó en el primer rodaje de su vida. Se trataba de Fortunata y Jacinta. Como era caprichoso y travieso, por cada plano que se dejaba sacar le regalaban una gorra. "Mi abuelo de ficción era mi abuelo de verdad, él me llevaba ante Jacinta y decía, `anda, dile algo a la señorita', y yo la miraba y contestaba `putona', y luego, en otra escena, me obsequiaban con mazapanes y yo gritaba !quiero patatas!. También tenían que bañarme, pero yo estaba muy enamorado de Maribel Martín y no quería que me viera la pilila, así que las pruebas las hice en bañador y luego, en la secuencia de verdad me desnudaron, cogí una pataleta de la hostia y lo filmaron todo".

Intervino también en Los santos inocentes y en El hermano bastardo de Dios. En esas dos películas, entre tomas y fotos, hizo más de veinticinco veces la comunión, lo que le sirvió para desquitarse, porque Liberto no hizo nunca la Primera Comunión, fue un niño libertario desde su nacimiento en Roma, hace ahora veintiún años. "Mi padre no podía venir a España por las cosas de Franco y vivíamos en Roma, en el Trastevere. Mis primeros recuerdos, que no son recuerdos propiamente dichos sino sensaciones, proceden de esa época: juegos de luces y sombras, y una vaga imagen de una lámpara... El primer recuerdo del que tengo plena consciencia, sin embargo, es de mi perra Dios. Cuando la llamábamos por la calle le decíamos ¡Dios, ven aquí! y la gente se quedaba mirando. Dicen que en Roma también teníamos un gato que era de mi madre. Al gato le llamaban Lord Byron y a mí me llamaban `estellina', fue un mote que me puso la chica que me cuidaba porque según ella, yo era una estrellita".

De todos los nombres habidos en la familia, incluidos gatos y perros, el que tiene más historia es el suyo: Liberto. Liberto se lo puso Benito Rabal, su padre, por las evocaciones anarquistas que contenía, pero cuando regresaron a España en el año setenta y cinco tuvo que echar mano de un nombre cristiano para inscribir al niño: surgió entonces la idea de Francisco, en honor al abuelo Paco, y en ese mismo momento nació Francisco-Liberto, que es dos personas en una y ambas se alimentan entre sí para mayor gloria del chico. Francisco azuza a Liberto y Liberto tolera a Francisco. "Yo no estoy metido en política ni creo en las facciones, o en las izquierdas y las derechas. Sólo creo en las ideas liberadoras, vengan de la parte que vengan. Siempre estaré contra la opresión. Me jode el odio y la falta de solidaridad".

De su infancia, presidida por dos grandes abuelos, el actor Paco Rabal y la escritora Carmen Laforet, Liberto guarda recuerdos que mima con el esmero de quien se siente tocado por la suerte. "Mi abuela Carmen me hablaba mucho de Pérez Galdós, y cuando quería entretenerme me ponía delante un lápiz y un papel para que escribiera. Mi abuelo Paco me recitaba versos y jugaba a los disfraces conmigo. Yo tenía un disfraz de Don Quijote, recuerdo que me metía en la habitación del abuelo con la espada y me abalanzaba sobre su cama. Entonces él gritaba: `Asunción, Asunción, sálvame!', entonces la abuela Asunción venía corriendo y decía: `Por favor Paco, si sólo es un niño de cinco años'. El abuelo nunca se atrevía a pegarme, y ella, la abuela Asunción, me mimaba muchísimo, siempre estaba a nuestra disposición, ya fuera de día o de noche. Yo me despertaba de madrugada y la llamaba para que me contara un cuento. Ella nunca protestaba, es la mujer más abnegada que he conocido".

Liberto creció, estudió, pasó interminables veranos en Águilas jugando con las luces del Mediterráneo, que es el mar más bello del mundo, y un buen día se plantó en la Universidad, en Biológicas, porque había leído muchas cosas sobre el fabuloso mundo de la hormigas y quería convertirse en investigador. La Bioquímica, sin embargo, pudo con él. En segundo curso se negó a seguir. De sus sueños de estudiante sólo le queda una frase de Aristóteles que repite cuando viene a cuento y que le permite recrearse en sus ilusiones: el hombre es un zoo politicón. "No he renunciado a mis sueños, al fin y al cabo empecé a asistir a castings porque quería sacarme un dinerillo para ir a Australia y conocer a un naturalista muy famoso".

Entre casting y casting, la suerte le hizo un guiño y Liberto se dejó camelar. Fue un pequeño papel donde interpretaba al capitán de un equipo de fútbol que se peleaba con Toni Cantó. "Luego lo dejé todo para tirarme a la piscina de cabeza y empecé a prepararme la voz". Cuando José Luis García Sánchez lo llamó para hacer Tranvía a la Malvarrosa Liberto no sospechaba que el futuro estaba a punto de abrirle las puertas. "Fue muy divertido. Me presenté a la prueba con barba y el pelo largo, en plan muy provocador. Ya estaba harto de que en todos los castings me dijeran que era demasiado jovencito para los papeles, y a José Luis decidí impresionarle. Entré con las manos en los cojones, desafiante, y cuando él me dijo que buscaba un chico más tímido y recatado empecé a jurarle por todos mis muertos que yo era recatadísimo, introvertido, y que si me había presentado de semejante guisa era precisamente para dar un falso pego. No me prometió nada, pero dijo que se lo pensaría. En la segunda prueba me puse tan nervioso y estuve tan inseguro que lo convencí".

Se ríe Liberto al recordarlo, sin reprimir un punto de picardía que se desliza bajo las aletas de la nariz. "Lo curioso del caso es que siempre he sido un chico muy silencioso. Cuando me encuentro con antiguos compañeros de clase me dicen: `Qué callado te lo tenías, tío, nunca hablabas...' Y es verdad: yo nunca hablaba, era un chaval autista. Decía una frase al día y el resto me lo guardaba para escribir".

Su trabajo en Tranvía a la Malvarrosa fue algo más que una experiencia profesional. También fue una experiencia vital, con el Mediterráneo asomándose a sus pupilas y el recuerdo de Águilas brotándole en todos los poros de la piel. "Este año he sido el pregonero de los carnavales de Águilas, una fiesta donde se celebra una batalla de huevos con confeti que es toda una explosión de vitalidad. En Tranvía a la Malvarrosa he reconocido muchas cosas de Águilas: los colores, el ambiente callejero y, sobre todo, la gente con los carrillos felices".

Y en éstas apareció Almodóvar. Ya se sabe: llegar Almodóvar y armarse el cirio fue todo uno. En Carne trémula Liberto ha sustituido a Jorge Sanz, con quien el director manchego no consiguió entenderse en los primeros días del rodaje. "Sustituir a Jorge Sanz no me ha producido ningún complejo de segundón. Jorge es mejor actor que yo, pero Almodóvar sabe lo que quiere y desde el primer momento me lo puso bien claro. Yo había oído decir que era un director muy mandón, muy suyo, y sin embargo conmigo tiene un rollo buenísimo. Es un tío con una capacidad de trabajo impresionante. Almodóvar no habla: hace. A fuerza de hacer una y otra vez, logra lo que persigue. Es exigente, eso sí. Exige que los demás se entreguen casi como él. Bueno, no, a lo mejor exagero, porque entregarse como él sería imposible, él se entrega a tope. No puedo compararlo con otros directores porque lo de comparar queda feo, y además yo soy novato en el oficio, pero trabajar con Almodóvar es una experiencia que le apetece a cualquier actor español. Yo ni siquiera había tenido tiempo de soñarla. En ese sentido me considero privilegiado. Pero tampoco quiero dar la impresión de que estoy impresionado o en las nubes. Hasta ahora no me he amilanado ante él. A veces incluso se me ocurren cosas, las digo y él me las acepta. Eso está bien ¿no?"

Liberto, coronado por su flamante aureola, acaricia la primera popularidad y arrambla protagonismo. Le pasó en su día a Antonio Banderas o sin ir tan lejos, a Rossy de Palma o Marisa Paredes. Siendo un chico o una chica Almodóvar ya se tiene la mitad del camino hecho. Liberto puede tocar el cielo y convertirse en el nuevo sex symbol español. Su nombre y su factura coporal -véanse las fotos-, facilitarán la cosa. Carne trémula le ha dado el pasaporte y las quinceañeras ya suspiran a su paso. Liberto no acaba de creérselo. Se pellizca, brinca, ríe, pone los ojos en blanco y alborota los rizos de su pelo con una naturalidad inesperada. Liberto vive sin vivir en él. Ni el amor hubiera podido obrar semejante milagro.

INFORMACION "Tranvía a la Malvarrosa" se estrena el próximo 21 de marzo.



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