Son los reflejos de la vega granadina y el subdesierto almeriense. Dicen que sus cielos de marfil se reflejan en la nieve para iluminar Andalucía.

Sierra Nevada es el segundo macizo montañoso más alto de Europa, después de Los Alpes. Y el paraíso botánico del viejo continente. En sus campos crecen más de 2.100 especies de plantas diferentes, la cuarta parte de todas las que existen en España. Ochenta de estas plantas son endemismos nevadenses, auténticas joyas de la botánica mundial que sólo viven en este lugar.

En sus entrañas nace el Mulhacén, el pico más alto de la península con sus 3.481 metros, protegido por otras catorce cumbres que superan los 3.000 metros. Y en sus laderas se asienta el pueblo más alto de España, Trevélez. Son 171.646 hectáreas de naturaleza en estado puro. 119.009 en la provincia de Granada y 52.637 en la de Almería. Una de las superficies europeas con un abanico de ecosistemas más diverso: prados y lagunas de alta montaña, matorrales espinosos, bosques mediterráneos, pinares, ríos y humedales, bosques de robles y encinas, cascajares y borreguiles...

Sierra Nevada, Reserva de la Biosfera y Reserva Nacional de Caza, fue nombrada Parque Natural en 1989. Desde mucho antes, lucha por ser definitivamente reconocida como uno de los mayores patrimonios biológicos de la península y ser declarada Parque Nacional. El pasado día 12 de diciembre de 1995 se aprobó por unanimidad la proposición de ley de declaración de parques nacionales en el Parlamento andaluz. El texto se envió a las Cortes Generales. Y poco más. En la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía hablan de "paralización absoluta del tema". El consejero José Luis Blanco ha llegado a decir que "el macizo de Sierra Nevada no va a acceder durante esta legislatura a la categoría de Parque Nacional por la falta de voluntad política del Gobierno de Aznar". Dicen que los contactos con Isabel Tocino, ministra de Medio Ambiente, "hacen saltar chispas".

Puestos en contacto con la Dirección General para la Conservación de la Naturaleza, en Madrid, para saber la postura de la Administación, ningun representante quiso pronunciarse sobre el tema. En los despachos no se alcanza un acuerdo. Y mientras, en los campos, la brutal sequía, la tremenda presión que ejercen los herbívoros sobre los grupos de vegetales, el impacto del negocio de la nieve, los incendios forestales, la apertura de nuevas y aberrantes pistas y la invasión turística, amenazan con convertir la sierra en un erial.

En Sierra Nevada pastan 150.000 herbívoros, entre silvestres y domésticos. Demasiados animales para una región con unos valores botánicos sin igual en Europa. Ochenta de las alrededor de 2.100 especies de plantas son consideradas endemismos (especies que sólo se dan en estas sierras), y forman una flora única en el mundo. Algunas son simplemente bellas, como la estrella de las nieves (Plantago nivalis), y otras son tremendamente útiles, como la manzanilla real (Artemisia granatensis).

El animal más espectacular de estos campos es la cabra montés (Capra pyrenaica) que, pese a ser sacudida violentamente por la sarna y la parasitosis, ve cómo sus poblaciones se mantienen vigorosas. El lince, el quebrantahuesos y el lobo desaparecieron hace años. Hoy destaca la presencia de mamíferos como los topillos común (Pytimis duodecimcostatus) y nival (Microtus nivalis), aves del porte del águila real (Aquila chrysaetos), la collalba gris (Oenanthe oenanthe) o el acentor alpino (Prunella collaris) y, sobre todo, de numerosos invertebrados. De las aproximadamente 600 especies que habitan en la sierra hay unas cuarenta endémicas en los grupos de coleópteros, veinte en el de los lepidópteros, ocho en el de los ortópteros y 2 en el de los formícidos.

Algunos se empeñan en llamar a esta región la suiza española. Sierra Nevada es mucho más que eso. Es un lugar acogedor. "Viajero, quédate a vivir con nosotros", se puede leer en un cartel a la entrada de Pampaneira, uno de los pueblos más representativos de La Alpujarra.

Un mundo olvidada dentro de Sierra Nevada. La Alpujarra es un planeta aparte, una tierra recia en la que los árabes crearon una formidable red de acequias para aprovechar las aguas de los deshielos. Convirtieron la vega en un vergel. Hoy, esta región, aislada durante años de la civilización, vive entre el bien y el mal. Es una de las zonas de la península con mayor número de extranjeros: un albañil libanés, una maestra inglesa, unos budistas nadie sabe de dónde... Todos buscan la paz del olvido, de un lugar donde todavía relucen los almendros y las huertas. Es un suelo que permanece anclado en el pasado. Y también una de las regiones más deprimidas del viejo continente.

Cuentan que a mediados de la década de los cuarenta tres pueblos de esta comarca, Pampaneira, Bubión y Capileira, se convirtieron en pioneros de la conservación, alcanzando acuerdos para respetar el medio ambiente y la arquitectura tradicional.

Con las últimas lluvias la única carretera de la zona se ha venido abajo, concretamente entre el barranco de Halaya y el de Poqueira. Con los continuos derrumbes, que bloquean el turismo y el comercio, el camino hacia Trevélez se ha convertido en una trampa peligrosa. Un vecino tiene que aparcar el coche en pleno barranco, y caminar por un peligroso barrizal hasta el otro lado de la carretera. Le espera un amigo con otro coche, para llevarle a su casa. "La Alpujarra se está desmoronando como si fuera un terrón de azúcar", dice. "Y en la caída arrastrará a Sierra Nevada".