Courtney Love


Courtney Love

ENTREVISTAR A HOLE no es la cosa más fácil del mundo, precisamente. En primer lugar, una debe firmar previamente un contrato en el que se aviene a no preguntar por Hank Harrison, padre de Courtney Love, la líder del grupo (que ha declarado a la prensa que no se habla con su hija y que la tiene más o menos en la misma consideración que a Sadam Hussein); ni por Kurt Cobain, marido de la interfecta (que se disparó un tiro en la cabeza); ni por Kurt & Courtney, película de inminente estreno sobre el matrimonio (que sugiere que la rubia platino más famosa de la escena musical, después de Madonna, claro está, tuvo algo que ver en la defunción de su famosísimo cónyuge); ni sobre sus problemas con las drogas... En fin, un pliego de condiciones que abarca cinco folios. Por si eso fuera poco, la entrevista al grupo debe hacerse en presencia de su manager y de su publicista, que estarán allí para asegurarse de que no se hagan preguntas capciosas que el contrato pudiera no haber previsto.

El clima en el que el encuentro tiene lugar tampoco inclina a la distensión. Grupo, traductora y manager se alinean a un flanco de una enorme mesa de reuniones, y a mí se me obliga a sentarme frente al estrecho contingente (medio metro de metacrilato nos separa) sola como un náufrago y con la impresión de enfrentarme al tribunal de una oposición. Antes de decidirse a hablar, Courtney, que exige que las preguntas se hagan siempre a través de la traductora, enciende tres velas de mareante esencia (un ritual budista destinado a protegerse de los malos espíritus y de paso de mi maléfica influencia, supongo), y luego, durante la mayor parte de la conversación, evita el contacto ocular, desvía constantemente la mirada hacia la publicista, e insiste a cada pausa en que se está retrasando el momento de su hora diaria de yoga. Constantemente me recuerda que la entrevista no debe exceder los 30 minutos, por si acaso he soñado con robarle algo más de su precioso tiempo, y en un momento dado amenaza, a gritos, con darla por terminada porque considera demasiado larga una pregunta.

Sólo al final del encuentro, cuando yo, que tengo todos sus discos y que previamente a este día siempre la había incluido en mi lista personal de las diez mujeres más atractivas del planeta mediático (lista de la que su nombre ha sido cuidadosamente borrado, aclaro) ya he decidido, para mis adentros, que la señorita Amor es una perfecta maleducada, que toda idealización apriorística es mala pero en este caso es aún peor, y que una chica que se casa con un roquista buen chico pero yonqui y suicida y que, convertida en la Viuda Finisecular, se dedica a hacer carrera enseñando en Vanity Fair la letra K que lleva tatuada en el estómago, pues eso, que la chica tenía todas las papeletas para estar pelín rayada; y sólo en ese momento, digo, la presunta mantis religiosa se relaja, se digna mirar a los ojos de la sufrida entrevistadora, se permite alguna broma que otra, e incluso ¡milagro de Lourdes!, sonríe. Too late, my dear, que diría Clark Gable. Y sin embargo, cuando escucho la cinta en casa, me doy cuenta de cuánta razón tenía Salinas cuando escribió aquello de "lo que eres me distrae de lo que dices", porque su discurso no me parece nada desdeñable, incluso bastante inteligente a ratos y sospecho que, en verdad, no tiene un pelo de tonta, aunque, por lo que sea, se empeñe en parecerlo.

EL AMOR

Me queda decir que en la entrevista participaron igualmente Melissa, la bajista (una chica monísima cuyo encanto y simpatía no hacían sino intensificar, por contraste, la bordería de la cantante) y Eric, guitarra y co-compositor, junto a Courtney, de los temas de Celebrity Skin (MCA), el tercer disco de Hole, que es el motivo por el cual se ha concertado esta cita.

Un disco de pop-rock puro y duro, sin concesiones a la moda dance que hace que la mayoría de las estrellas de rock hayan incluido en sus últimos trabajos sintetizadores, ramalazos funkys y riffs bailables. "No hemos abusado de los sintetizadores porque el tecno no me llama la atención", aclara Courtney. "Queríamos que durase, no que se adaptara a una moda. Algo sublime, trascendente, mezclando a Dios y al Diablo, a la luz y la oscuridad. Es un disco muy romántico, que prueba que la rabia puede coexistir con una imaginación profundamente sensible.

El problema es que cuando eres una mujer y muestras furia y rabia quedas automáticamente descalificada como romántica. Pero qué quieres que te diga, mi nombre significa amor. Y el amor preside todo lo que hago. El arte y el amor son para mí rituales: los únicos dos momentos en que me siento libre al 100% es cuando toco y cuando practico el sexo. Es un disco muy ambicioso, artística y comercialmente. Quiero que venda mucho, y lo reconozco, porque me parece una tontería asimilar que lo que vende es artísticamente pobre, y que cuando uno vende se vende. Me acuerdo de una vez en la que me propusieron que posase para una revista en plan chica cañón californiana. Y lo hice, porque soy vanidosa. Pero luego, cuando vi las fotos y me contemplé imitando patéticamente a Pamela Anderson, supe que me había vendido. Y aprendí a no repetir el error, porque puedes triunfar sin venderte. Quiero que me nominen a los Grammy y a los Oscar. Y si me nominan iré a la entrega con el traje forrado de campanillas para que se me oiga llegar. Quiero triunfar, y me he esforzado por ello. Mucho. Hacer un disco es muy duro. El trabajo de actriz, en comparación, es facilísimo". (Ha actuado en varias películas, aunque se la recuerde por El escándalo de Larry Flint, bordando su papel de heroinómana. Ya decía Stanislavski que la experiencia es crucial).

"La vida es horrible. Aunque a veces puede ser maravillosa. Hay días en los que todo sale mal y hay días en los que echas un polvo estupendo, y la única manera de triunfar es prestando atención a ambos extremos: para disfrutar de lo bueno tienes que pasar por lo malo. Por eso soy muy disciplinada en mi trabajo. Los tres lo somos. Nunca quise tocar con un hombre, pero ahora lo hago, y estoy muy agradecida de haberle encontrado". (Aunque nadie lo diría, porque el pobre Eric, agazapado cual ratoncillo en una esquina de la mesa, apenas se permite abrir la boca, y cuando lo hace es constantemente interrumpido por la rubia). "Estuvimos trabajando 10 horas diarias, seis días a la semana durante 18 meses, excepto los días en que yo me ponía monísima y me largaba a una première, claro", ironiza la superestrella, "y la disciplina se la debemos a la influencia masculina de Eric, que trabajó más duro que ninguno".

ACUSACIONES

El título de este disco, Celebrity Skin, remite en su lema y en el contenido de sus letras a la necesidad de dar a conocer una obra y el riesgo de ser manipulado por la prensa, y yo no puedo evitar preguntarme hasta qué punto Courtney no es víctima de su propio personaje, y si los constantes ataques de la prensa americana no habrán contribuido a forjar el hierro de la armadura de esa criatura huraña y despectiva. Sin embargo, parece estar muy a gusto con su fama: "Controlo mi vida, puesto que no me importa nada lo que diga de mí la prensa. La prensa es mi enemigo. Ahora tú eres mi enemigo". (Gracias guapa, no lo he dudado un segundo). "Pero me gusta hacer promoción para decir lo que me apetece. Es una gran cosa haber nacido americana, en un país donde puedes decir lo que te venga en gana. Me gusta dejar claro que puede haber sitio para gente como yo, y quiero pensar que estoy abriendo camino a mi hija".

La prensa se ha empeñado en hacer de ella la personificación en carne y hueso yanquis del mito de la vagina dentata, de la mujer que manipula a los hombres y los devora. Pero a ella no parece sorprenderle. "El mayor problema que he tenido es lo mucho que me gustan los hombres. No estaba preparada para asumir lo conservadora que es la prensa, lo poco que entiende a gente como yo, o a mi sistema de valores, y hasta qué punto podía crucificarme por tener un pasado sexualmente extenso. A veces pienso que me hubiese gustado ser lesbiana. O al menos que los hombres vivieran en otro planeta. Porque las cosas hubieran sido más fáciles sin ellos". Por duros que fueran los ataques, Courtney no parece haber acusado su impacto. Nadie diría que esta mujer, musculada, atractiva, ha sobrevivido a una familia disfuncional; a varios reformatorios y estancias con padres adoptivos; a un intento legal de negarle la custodia de su hija como consecuencia de una campaña mediática que la acusaba de haber consumido drogas durante el embarazo; al suicidio de su marido y a las posteriores imputaciones desde la prensa de su responsabilidad directa en el incidente. Una, que se siente cada mañana la persona más llorona y flojeras de la Tierra y que se echa a temblar cada vez que se enfrenta a una entrevista, no puede dejar de preguntarse si tan admirable fuerza titánica habría que atribuírsela a Dios, a las propias adversidades, que le curten a uno en el camino o, si debemos creer a Courtney, a la genética: "Para sobrevivir tienes que... eso, sobrevivir. Punto. Soy muy darwinista. Creo en la supervivencia del más fuerte. Cuando miro hacia atrás, a mi pasado, a las personas que empezamos en el grupo..." (el 16 de julio de 1994 la policía hallaba el cadáver de Kristen Plaff, bajista de Hole y compañera sentimental de Eric, en la bañera de su casa en Seattle, víctima de una sobredosis), "... a los hombres y mujeres con los que he ido compartiendo mi vida... no sé, algunos eran drogadictos, otros no eran suficientemente ambiciosos, otros no sabían componer, otros firmaron un contrato con una multinacional cuando no querían hacer canciones comerciales... La cuarta persona que debería estar aquí, por ejemplo, está en un hospital con problemas de drogadicción y anorexia" (se refiere a Patty, la batería). "Porque es débil. Pero eso no es su culpa. Quizá sea culpa de su ADN. Pero soy una mujer fuerte. Y nosotros somos un grupo fuerte". Y subraya la afirmación enseñando unos bíceps que para sí quisiera el más recio de los estibadores portuarios. Acto seguido da por terminada la entrevista (hemos excedido, para su horror, los 30 minutos previstos), discute con su publicista a cuenta de una sesión de entrevistas (que yo presencie un altercado a todas luces privado no parece intimidarle lo más mínimo), e insiste en que necesita ur-gen-te-men-te su hora de yoga (no me ha cabido la menor duda de que precisa relajarse).

Abandona la sala sin despedirse, mientras Melissa y Eric me tienden la mano con exquisita corrección y luminosa sonrisa. Esta noche el grupo tiene mesa reservada en un tablao flamenco. El guitarra y la bajista ya han quedado para ir con algunos miembros de la discográfica, con los que por lo visto han hecho muy buenas migas. Courtney, por su parte, ha exigido que una limusina la recoja a la puerta del hotel.


Courtney Love

Love Michelle Harrison nació en San Francisco, el 9 de julio de 1965. Hija de Hank Harrison, "roader" de Grateful Dead, y de Linda Carrol, terapista, Love pasó sus primeros años en comunas hippies (de ahí su nombre, Amor). Al divorciarse, Love se quedó con mamá, que empezó a llamarla Courtney. Probó el ácido antes de ir a la escuela primaria. Como músico, formó Babes in Toyland y Faith No More, y fue actriz eventual en películas de Alex Cox. Formó Hole en 1989 y publicó su primer disco, "Pretty on the inside", en 1991. Conoció a Kurt Cobain en 1989. Se casaron en Waikiki el 24 de febrero de 1992 y su hija, Frances Bean, nacía en agosto de ese año. En 1994, un electricista hallaba el cuerpo de Kurt en el invernadero de su casa. Hacía tres días que se había suicidado. De esa muerte se ha dicho de todo: que si ella lo mató para quedarse con su dinero (heredó más de 1.500 millones de pesetas), que hizo a Kurt adicto a la heroína... El año pasado, Courtney consiguió retirar el documental "Kurt & Courtney" del Festival de Sundance. Ahora, muchos fans de Kurt la llaman "asesina", Courtney vive en Beverly Hills, hace gimnasia, se ha operado la cara, cuida de su hija y ha abandonado los harapos por los Versace.




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